Acotaciones a una Polémica

Una de las objeciones fundamentales que se formulan a la practicabilidad, por lo menos inmediata, de las doctrinas anarquistas, es la de que ellas presuponen una incorruptibilidad moral casi ilusoria, y poco menos que inhallable en la actualidad. Como el argumento es recio, la burguesía lo blande despiadadamente. Esto no puede admirar a nadie. Es lógico; es natural. Pero lo que sí admira al observador, es que sean los propios anarquistas, o quienes blasonan de tales, los más atareados en demostrar la verdad del antedicho postulado. La controversia suscitada a raíz de la aparición del libro de Carlos Vicuña: «La cuestión social ante la Federación de Estudiantes,» presta una base de realidad visible y concreta a los impugnadores del anarquismo, pues ha dejado expuesta al sol la falta de moralidad íntima conque proceden algunos de sus defensores. Como no quiero que se me haga el cargo de «apriorista» voy a exponer hechos. En el número 58 de «Claridad» apareció un artículo firmado por Pantagruel, rebosante de esa mala fe que busca las sendas tortuosas y desfigura o falsea los conceptos, talvez por inclinación natural, talvez por incapacidad para penetrar en el terreno del análisis y de la discusión razonable. Carlos Vicuña afirma en su folleto, que «los principios llegados al estado positivo no cambian más» y para probarlo cita varios ejemplos. El señor Pantagruel creyendo ironizar acaso, escribe: en «La Cuestión Social» no se crea que se hace un estudio sereno y de tinte más o menos científico de un problema que es de suyo arduo y complejo; no; simplemente se limita a divulgar algunos principios matemáticos “.......” y otros que no sabríamos si llamar sociológicos o morales, pero que en todo caso, y por su carácter de máximas, envidiaría La Rochefoucauld... No quiero comentar esta manera profunda y graciosa de exponer la materia de un libro. Únicamente voy a preguntar: ¿Qué pensaría de mí el señor Pantagruel, si yo escribiese: «Kropotkine publicó un libro admirable titulado La ciencia moderna y el anarquismo. Pero, a pesar de la ampulosidad del rótulo, no se crea que se trata de un estudio más o menos científico sobre una materia ardua y complicada; no el señor Kropotkine se limita a divulgar algunos principios estupendamente originales: v g: «La rapidez de crecimiento de una planta depende, ciertamente, entre otras cosas, de la cantidad de calor que recibe;» o este otro: “El retroceso de un fusil cualquiera es mayor cuanto más grande es la carga de cartucho en él introducida”.......? El señor Pantagruel pensaría y posiblemente diría que soy un infeliz. Con tanta exactitud y con idéntica fuerza de intenciones ha escrito todo su artículo el señor Pantagruel. Al terminarlo, insinúa que Vicuña pudo publicar su folleto “con el propósito de buscar el aplauso benévolo de la burguesía”. Esta inteligente sugerencia no fue inútil. En el último número de Acción Directa aparece un artículo firmado por un señor, cuyo pseudónimo no recuerdo, donde sin la más leve sombra de pudor se calumnia a Vicuña. Siempre he pensado que para mentir se necesita talento. El articulista de marras parece creer que basta con una ponderada dosis de cinismo. Efectivamente, se precisa algo, quizás superior al cinismo, para afirmar hechos que pueden ser desmentidos por todos y cada uno de quienes se ocupan de estas cosas. El señor, cuyo seudónimo no recuerdo, sostiene que en los comicios celebrados a raíz de la separación de Vicuña, éste, como creía que halagando a los obreros podría lograr que presionaran al gobierno hasta obligarlo a devolverle su cátedra, hablaba de la necesidad de usar la violencia y de degollar a los políticos, etc.... Yo, francamente, opino que la mentira, llevada a tales límites se confunde con la estupidez. Cuando, además, la calumnia se lanza desde detrás de un pseudónimo... Entre tanto la realidad es la siguiente: En los mítines celebrados por los obreros para protestar de la separación de Vicuña, este no habló jamás. Cuando Carlos Vicuña gritó en plazas y calles su palabra incendiada de anatemas, fue para protestar de las persecuciones contra los obreros, fue para protestar contra la prisión de los I. W. W. En esta ocasión fue cuando Vicuña llevado por la indignación dijo: que si los tribunales no absolvían a los acusados, los obreros debían ir a sacarlos de la cárcel por la fuerza... En aquella época Vicuña era empleado público, y no se le podía escapar que arriesgaba su pan y el de sus hijos agitando como agitaba en favor de los proletarios perseguidos. Pero, para Vicuña, lo mismo entonces que más tarde, cuando su declaración sobre el problema de Tacna y Arica, lo que él creía la verdad y la justicia, estaba por encima del miedo a perder el pan. No sé si es verdad que la Corte censuró a Vicuña. Pero es necesario dejar muy en claro que sí lo hizo no fue el Vicuña defensor de su cátedra el censurado, sino el Vicuña abogado de los derechos de los oprimidos. No creo que sea la calumnia el mejor modo de destruir teorías... Aún en el absurdo supuesto de que Vicuña procediera de mala fe, como cree el señor Pantagruel, no es su misma arma la que deben oponérsele. No se combate eficientemente la bajeza con la bajeza, del mismo modo que según Kropotkine, es contraproducente combatir el Estado por medio del Estado. Las ideas de Vicuña debieron ser refutadas, como lo está haciendo Triviño, con razones, y elevándose al mismo plano de honradez y de sinceridad en que han sido enunciadas. Lo demás es, simplemente, encenagar la cuestión.

FERNANDO G. OLDINI.