Posición de los anarquistas dentro del Sindicato

El Sindicalismo nació como reacción contra el Estado, pero más principalmente, contra el parlamentarismo, contra la legalidad. La ineficacia práctica de las reformas, sobre todo en la esfera económica, hizo pensar a los productores en la conveniencia de crear una organización más cohesionada y homogénea que los partidos populares; una organización que fuese más rectamente a su objetivo. Y contrariamente a los partidos que agrupan a los hombres por su semejanza en ideales, el sindicato los agrupó por su igualdad de condiciones de intereses, de situación económica. Fue desde el primer instante un organismo de clase. Unió a todos los que producían sin preocuparse de sus creencias. En sus luchas contra el capitalismo, no adoptó los medios que ofrece el Estado, no pidió, ni rogó ni suplicó ni trató de convencer. Sabía que era inútil pedir a los burgueses que renunciasen a sus privilegios. Y porque sabía esto empleó la fuerza como el argumento de mayor eficiencia. La acción directa, la colaboración práctica de todos los obreros en un objetivo determinado, dieron al sindicalismo un poder que en ciertos momentos se equiparó al del capitalismo. El proletariado disfruta hoy de muchas ventajas; pero ninguna ha sido espontáneamente concedida por la clase privilegiada. Todas han requerido esfuerzo, trabajo, dolor. La constatación de este hecho es el mejor elogio que se puede hacer a la acción directa.

El sindicalismo es un procedimiento para operar la transformación económica de la sociedad, para suprimir el régimen del salario, para destruir la situación privilegiada de los que explotan la producción. El sindicalismo no reconoce derechos más que a los productores, sean estos manuales o intelectuales. De lo que se puede deducir que una vez destruido el régimen de propiedad privada, se suprimirían automáticamente todas las fuerzas inútiles y se pondrá a todos los intermediarios en la disyuntiva de colaborar en la producción de las cosas o de eliminarse. La finalidad de su lucha diaria es la socialización lisa y llana. Y nada más. Mientras la acción sindical esté circunscrita al plano económico, el sindicato será el albergue natural y lógico de todos los que producen; será el órgano de conexión fatal de todos los trabajadores; pero cuando rebalse ese plano y se incline al socialismo estatal o al comunismo anárquico, entonces perderá su carácter y perderá también su eficacia.

El sindicato para no detenerse, para no desviarse de su finalidad, necesita las inspiraciones y el aguijón constante de los revolucionarios, de los socialistas de todas las tendencias. Los anarquistas deben también tener su sitio dentro del sindicato, tanto para defender sus intereses inmediatos de productores como para propagar sus ideas. El papel del anarquista en el sindicato puede ser el de impulsador de la libre iniciativa, del acuerdo voluntario, de la federalización, de la acción espontánea, de la responsabilidad personal y de tantas otras cosas. Sin embargo, para que los anarquistas no distancien su conducta de su aspiración, deben mantenerse fuera de los puestos representativos, deben estar en el seno mismo de la masa; pero sin dejar un sólo instante de aportar su ayuda a la acción común.

González Vera.