TU GESTO ERA DULCE Y TRISTE...

Tu gesto era dulce y triste cuando hablabas de tu infancia. Decías: “Yo tuve dos trenzas doradas, así, tan largas... Y ahora...,” “Ahora” llevabas melena; rubia melena cortada sobre la nuca de nácar.

Pensabas: “Si fuera niña, como antes, estaría junto al fuego, en las tardes heladas, igual que un polluelo, escondida, bajo el poncho de mi padre...”

O bien: “Mi casa era grande... Está muy lejos! Antaño fue iglesia y en mi alcoba pintadas sobre el techo, había estrellas de plata...”

“Yo tuve un hermano –decías– y tú cuando hablas me recuerdas su voz... Era hermoso y fuerte. Una mañana para un viaje muy largo, salió de casa. De esto hace mucho tiempo...” Callabas entonces, y en mí hombro ponías tus manos enlazadas. Volvías los ojos hacia el fuego. Aleteaban, ligeras, tus pestañas... Y todo tu rostro pensativo y pálido se llenaba de dulzura y de tristeza con el gesto de tus ojos y tus labios.

A. Rojas Giménez.

1922.