ACTUALIDAD OBRERA
EL FRENTE UNICO
De muchas y de muy significadas personas dentro del movimiento obrero ha publicado “Claridad” opiniones relativas a las causas de la aparente estagaación de la lucha de clases en este país. Y decimos “aparente” porque nunca ha podido constatarse con mayor evidencia el profundo abismo que divide a la colectividad nacional en dos porciones inconfundibles e irreconciliablemente antagónicas en este período de la más intensa corrupción en las altas esferas y de la más abyecta cobardía moral en el estado llano. Pero los observadores poco perspicaces que suelen ser, por desgracia, conductores del pueblo, han creído ver en la disociación de los elementos obreros sindicados una demostración de la debilidad de las fuerzas productoras que, desunidas y desorientadas, no pueden contener los avances del capitalismo victorioso. Y entonces surge la idea del frente único auspiciada calurosamente por algunos jefes obreros desde la amplia tribuna de este semanario. Frente único. Concentración de las fuerzas obreras dispersas. Constitución de un poderoso organismo defensivo del proletariado. Abandono o tregua en las luchas doctrinarias que dividen a los trabajadores para colocarnos todos “unidos y compactos” en pie de resistencia y de avance ante el capitalismo absorbedor, despótico, etc., etc. Palabrería, pura palabrería, de la más absoluta inconsistencia y de la más supina ignorancia, decimos nosotros. No se puede formar un frente único o sea algo gigantesco, macizo, impenetrable, con que sueñan algunos, con elementos divergentes, que tienen características propias, y que tienden a la disgregación porque repelen entre sí. Y es lo que se ofrece al observador menos sagaz después de echar una ojeada rápida, pero desapasionada, sobre el campo obrero de Chile. ¿Qué va del mutualista, de estrecho horizonte, atento sólo a enterrar muertos y curar enfermos, al sindicalista revolucionario que ve en el régimen capitalista la causa primera y única de todos los males que el obrero padece? ¿Cuánta distancia separa al comunista autoritario, que sueña con la toma del poder político para decretar la felicidad universal, del sindicalista libertario que se rebela contra todo gobierno y toda centralización? Y con estos elementos sin afinidad ni cohesión, que no sólo marchan por vías diferentes sino que se combaten con ardor, son encarnizamiento algunas veces, ¿se quiere construir ese muro de arcilla endeble y fofa que han dado en llamar el frente único? ¡Ah, es que hay muchos dirigentes obreros que no ven en los trabajadores nada más que una masa dúctil, adecuada para tomar la forma que quiera imprimirle un hábil manipulador! Lo que se necesita es que el obrero se dé cuenta de la de la injusticia de su condición, y que se resuelva a entablar batalla su camino propio, sin abdicar su personalidades dentro de cualquier decálogo federativo o para arrojarse confiado y candoroso en los brazos de cualquier redentor melodramático.
LA TRAGEDIA DEL CONGRESO
Con una uniformidad muy explicable toda la prensa de la capital ha lamentado editorialmente el fallecimiento de los dos parlamentarios demócratas que fueron actores de la tragedia ocurrida el Lunes último en una de las salas del Congreso Nacional. Se trataba—dicen, poco más o menos—de dos legisladores sensatos y correctos, partidarios del orden y de la armonía social, que pusieron todo su talento al servicio de la clase trabajadora, pero sin desconocer ni lesionar en lo más mínimo los derechos de la clase dominante. Bueno. No es esto, textualmente, lo que dicen los diarios, pero es lo que nosotros debemos entender. Y no se comprende que hubieran hablado de igual manera al tratarse de dos políticos de tendencias menos anodinas que los que “se mataron” el Lunes. Los diarios han publicado también las biografías de los dos ilustres extintos y nos han causado un sentimiento de piedad. Nos imaginamos a los pobres redactores de osos diarios sometiendo a tortura sus escuálidos magines para dar relieve a estas dos semblanzas tan vulgares, para despertar admiración y afecto en pro de dos vidas que en una trayectoria de varias decenas de años no han hecho nada que sorprenda o apasione. Y pensar que estos hombres hayan podido llegar a ser figuras prominentes de un partido numeroso y formado casi en su totalidad por individuos de la clase trabajadora. ¡Cuántas celebridades como éstas se destacan por ahí dentro de los núcleos obreros.
BALDOMERO LILLO
Se ha extinguido para siempre la llama de un gran cerebro y el latido de un gran corazón: el de Baldomero Lillo, genial autor de Sub-terra y de Sub-sole. A nuestro humilde entender, no existe en la literatura chilena un escritor que haya sabido pintar mejor que Lillo la existencia trágica y dolorida de los obreros de las minas de carbón. Durante varios años trabajó Baldomero Lillo, como un empleado modesto, en algunos establecimientos carboníferos del sur, y desde allí trajo impresa imborrablemente en su retina la visión dantesca de aquellos titanes de nuestro pueblo inmolados en un oscuro sacrificio, sin más esperanza ni gloria que la de caer algún día asfixiados por el traicionero grisú a través de las oscuras galerías. Las enfermedades contraídas por la naturaleza débil del grande hombre en el inclemente clima de la montaña, o quizá la impresión dolorosa del suplicio de los trabajadores que se vió obligado a contemplar sin protesta durante varios años, fueron minando su noble existencia que acaba de extinguirse. Todos los obreros deberíamos leer la obra inmortal de Baldomero Lillo: Sub-terra.
F. P.