El viejo caserón de la Universidad

Hay una relación espiritual, entre el viejo caserón de la Universidad, con salas obscuras, frías, tétricas y el alma de sus Directores, almas envejecidas, carcomidas por el tiempo, adormiladas... La Universidad, que debiera ser el alma vibrante de la ciudad, plena de ciencia y de belleza, se aquieta en el silencio y parece que por sus pasillos fuéramos a oír el graznido de un chuncho. Alguien, al ver el alma de la Universidad, envejecida y adormilada, pensaría talvez de que allí está el foco del gran virus retrógrado que envenena a este pueblo. Oh, porque sería inútil negarlo: este pueblo carece de hombres. A través de sus calles, Universidades, Congresos, Diarios, etc., se ve sólo una manada infinita de mediocridades, que se juntan para formar un cuerpo que se mueve, con torpezas de un animal anquilosado... Sin embargo, D´Ors no podría negar de que la influencia de esta Universidad sin corazón, sin médula, donde todos los sentimientos de libertad, belleza, amor, han quedado reducidos a simples fórmulas librescas, es manifiesta. Al leer a los autores rusos, hemos sentido esta misma palpitación de muerte. Sus hombres y sus casas, tenían esta morbosa vida, vida quieta, sin horizontes, momificada, ajena a los grandiosos ritmos del dinamismo. Y hemos sentido ansias de gritar a los cuatro extremos de esta ciudad colonial: “Vuestra Universidad es una reliquia histórica, enmohecida, sin valor alguno, para lo que debiera ser; la educación de todo un pueblo analfabeto y sin moral”. Los intelectuales, debieron iniciar una formidable campaña escrita, acerca del cretinismo de las Universidades, del carácter de ellas, sin herir a algunos educadores– muy pocos– que no hacen causa común con los tonos grises. ¡Oh! pero los intelectuales, como las ciudades, (sus estatuas) sus instituciones, duermen como marmotas, como dormían ayer los mujik, antes de que la voz del Kremlin, desperezara sus espíritus aquietados.

Gregorio Guerra T.