Los maestros y su organización

Consideraciones primeras

Nunca más interesante que ahora la perspectiva del momento social chileno. Y no me refiero con esto a la algazara y trajines que han sucedido a la caída del dictador Ibáñez y sus secuaces civiles y militares, ni tampoco a los acomodamientos apresurados de los partidos políticos, ni a los pujos electoralistas de los “profesionales”. Es el plano de las organizaciones sindicales, de los gremios revolucionarios, de los grupos de izquierda, el que interesa examinar, a objeto de ir espigando experiencias y caminos a seguir. Hay muchas lecciones que recoger del trance vivido desde hace varios años, muchos errores que reconocer y, sobre todo, un gran movimiento que restaurar y que la tiranía osó detener a punta de persecución y fuego. El dictador Ibáñez y su camarilla, no sólo dejaron mal parada la arquitectura político-burocrática de nuestra burguesía, sino que barrieron con todos los sindicatos obreros e instituciones revolucionarias o simplemente renovadoras. Entre éstas se contaba la organización de los maestros primarios que, no obstante su patente reformista, tuvo actuaciones francamente transformadoras. La “revolución” del año 24– hecha por la juventud idealista del Ejército, la Armada, los Carabineros y la Aviación, al decir de los adulones de entonces, casi los mismos de ahora– fue peloteada por Ibáñez y comparsa para convertirla en dictadura de latrocinio y persecución, llegando a hacer del país una ladera sórdida y lamentable. Los que más pellejerías y amarguras sufrieron, han sido– como siempre– los trabajadores y las clases semiproletarias; por eso será talvez que son las que menos alardes han hecho de su vía crucis y de su fe libertaria en la hora de la restauración. Demasiado saben que la revolución aún no ha comenzado para ellos y que es necesario aprestarse para iniciarla sin pérdida de ocasiones. La vocinglería patriotera es asunto de vocación burguesa y no cuadra con los obreros. Por eso es interesante y promisor el momento, porque hay mucho surco que descubrir y bastante broza que rebanar. Estamos en un recodo de recuento y examen, pero también en el punto de partida de una nueva etapa reivindicatoria. La posición de las organizaciones trabajadoras es, por esto, distinta de la de las otras clases sociales; mientras para éstas las libertades no tienen más finalidad que la de continuar usufructuando del poder y de los gajes del capitalismo, para aquéllas constituyen una condición de vida social que les permita seguir luchando por la transformación del régimen capitalista y por la constitución de la fuerza que labore esa transformación. Sin embargo, no quiere decir esto que se abandone la defensa de las libertades; precisamente estamos aún en el colapso, en que la reacción militarista puede volver a asomar su voracidad. Recién salidos del barro dictatorial, pesa sobre todos la obligación de cortar todo intento reaccionario, de cualquier lado que venga. El militarismo tiene en Chile todos los contornos de casta y ambiente sociales; más aún, es una fuerza orgullosa a la que hay que reducir. Es este el problema capital de la hora presente y a ello debemos sumarnos. Ya tendremos ocasión de defender la libertad de manos de los que ahora viven atragantados con ella. Los maestros tienen, pues, una labor concreta al respecto, que, en cuanto a los obreros, tienen un constante y robusto ejercicio en estos asuntos.

Después de la “Noche Triste”

Entre las organizaciones que alguna huella hicieron en el movimiento social chileno, está la de los maestros de escuela, cuya suerte– al igual que los obreros– fue pasto del carabinero, del soplón y del pistolero de la Sección de Seguridad. El manazo dado sobre la Asociación de Profesores– el tercero y más recio– no logró, sin embargo, voltearla definitivamente, pues apenas aventada la dictadura se ha rehecho entusiastamente en provincias, y tenemos la seguridad de que luego surgirá también en Santiago, donde la superchería y el alambique dialéctico, de un lado, y un cierto miedo inconfesado, de otro, la han trasnochado un poco. La organización de maestros asoma a la lucha esta vez en un momento lleno de solicitaciones encontradas: un repunte de politicismo partidista, desde el amarillo al rojo, pintorescamente salpicado ahora de una serie de partidos socialistas que ofrecen la felicidad al proletariado; gremios de “profesionales”, que se han organizado y reunido con un propósito meramente electoral y sin un mísero plan social a desarrollar siquiera; organizaciones obreras que aún no toman su anterior cauce reivindicatorio; una burguesía burócrata y estudiantil que se han entrenado vociferando contra el comunismo para justificar sus futuros desmanes contra el proletariado, al igual que lo hiciera el Gobierno anterior. No obstante, los maestros llegan con nuevos conocimientos, con un bagaje de lecciones y experiencias que les serán preciosas en las luchas que les aguardan, con una juventud que aparece decidida a reentonar la organización y su contenido ideológico, y, sobre todo– es de esperarlo– con el mismo propósito de formar una sola fuerza con los trabajadores manuales para la defensa y la conquista, en lo económico y en la cultura. De modo, pues, que es serio y preñado el rol que deben jugar en las contiendas vecinas. De ahí que hay que revisar, reajustar y ubicarse a conciencia en el proceso social nuestro.

Los problemas

Tanto económicamente como en los demás órdenes de la vida, los problemas del magisterio han vuelto al mismo– o peor– estado calamitoso que tenían cuando empezaron las peleas de reivindicación. Su promedio de recursos es miserable; con sueldos infinitesimales, que más lo desesperan que alivian; acosado por compromisos y obligaciones domésticas; con una montaña de gabelas escolares, y, por encima de todo, el ojo desdeñoso de cuanto bicho tiene que relacionarse con él, sea para endeudarlo, sea para urgirlo en sus deberes profesionales. Ha habido, pues, un retrogradamiento a su antigua condición de bestia de carga, aunque ahora son muchos los que reconocen, de soslayo siquiera, su preparación, su bien “inspirado propósito” y una tradición de altivez. “Al fin y al cabo, estos maestros tienen una cosa concreta que defender y por ella se desviven”, decía un señor encumbrado una vez, a modo de concesión paternal. De manera que todos los problemas, sociales y culturales, reclaman de nuevo su intervención: su situación económica, su intervención en los organismos directivos, la defensa de las conquistas y derechos, inclusive la huelga, la reforma escolar cristalizada en la legislación decretada por la dictadura y aventada también por ella misma cuando vio que no era el instrumento que necesitaba el tirano y su camarilla.

Los medios

La vida de relación tiene dos maneras de manifestarse: acciones directas e indirectas. Uno de los modos directos es el de partidos políticos y sus concomitantes. Los trabajadores saben demasiado el valor que tiene para ellos esta acción, y, por el contrario, saben además que todas las conquistas alcanzadas por ellos se la deben a la fuerza de su organización, a la presión de su poderío, a la acción directa. Los maestros chilenos tienen también experiencias a este respecto. La Asociación de Profesores actuó revolucionariamente, y la única época en que los maestros han sido considerados y hasta respetados, fue cuando esa institución estuvo en su período de mayor cohesión y hombría. Las concesiones dadas poco a poco por el Gobierno, fueron producto de sus campañas y de su presión constante; cada asunto resuelto favorablemente al magisterio llegaba detrás de la destitución o el apresamiento de algunos maestros. Sólo la dictadura con su armatoste de represión pudo abatirla, después que aquélla la desafió con una reforma escolar incompatible con el régimen de opresión a que se llevó al país; error colectivo, según algunos; osadía de ilusos, según otros; pero en todo caso fuente de experiencias y lecciones que no sólo los maestros, sino los demás gremios deben recoger con espíritu sereno y propósito de examen. Creemos que todo esto hará más abroquelados para la lucha a los maestros. Estos ligeros comentarios no tienen otra pretensión que llamar la atención del magisterio hacia la labor que se les presenta y ponerlo alerta a las solicitaciones interesadas de tantos apetitosos del poder gubernamental.

DANIEL BAEZA.