La Descomposición Moral de un País

(Apuntes para un Tratado de los errores)

Cuando Cristo, veinte atrás, clamaba contra los sacerdotes y los ancianos, contra sus vicios y sus hipocresías, los fariseos, rasgando sus vestiduras, decían: “He aquí que este blasfema”. Los tiempos han cambiado, pero la descomposición moral de los pueblos sigue manifestándose con los mismos síntomas. Si hoy un hombre cualquiera, sin necesidad de ser Cristo, repite sus palabras y su gesto acusadores, los sacerdotes y los ancianos podrán sonreir tranquilos. No faltan fariseos que, horrorizados, vociferen: “He aquí que este blasfema”. Y menos mal si solo vociferan. Pero, a veces, ¡Dios nos asista!—pretenden moralizar.

Para moralizar es necesario conocer muy bien el terreno que se pisa. De lo contrario, se corre el riesgo de ir tropezones, de error en error. Es el caso del señor Echegaray, como pasamos a demostrar: Primer error:—No se puede convencer, cuando se tiene el temblor de la ira en los labios. Esto, en vez de convencimiento deja en las almas el brote de una sonrisa compasiva… Segundo error:—Cuando existe una acusación concreta de libilinosidad senil, no se destruye esta acusación exclamando entre dos puntos admirativos: “¡Y pensar que va dirigida contra un anciano de sesenta años!” ¿Acaso los años dan patente de impunidad? Tercer error:—Si se pretende destruir una imputación de lascivia, el peor camino a seguir es el de la interpretación justificativa de dicha lascivia. Y es lo que realiza el señor Echegaray cuando escribe: “Don Enrique Nercasseau es un hombre hecho y derecho, con todas las cualidades inherentes a su virilidad. Y si alguien se escandaliza es porque no tiene como él, esas cualidades inherentes a su sexo.” Es necesario no olvidar que las cualidades de virilidad, inherentes al sexo del señor Nercasseau, y que tanto y tan absurdamente (según el señor Isaac Echegaray), escandalizan a Varela, son las siguientes: “Invariablemente comienza por guiar la atención de sus oyentes, hacia los pasajes más cálidos de la obra en lectura, para continuar en seguida alardeando de que él, por fortuna, ningún vicio, en absoluto, le es extraño; y para concluir por último, recorriendo con sus torvas manos chuñuscas, los brazos desnudos de sus alumnas más agraciadas.” La interpretación justificativa intentada por el señor Echegaray, es doblemente peligrosa. El señor Echegaray estudia Pedagogía, y, si Dios no dispone otra cosa, concluirá por titularse. Y deberá hacerle clases a niñas agraciadas. Y, como es lógico, él, que es mucho más joven y en consecuencia más viril que el señor Nercasseau, no tendrá reparos en demostrar con honra para su condición de hombre, “las cualidades nercasseaunianas-inherentes a su sexo”. Si alguien se escandaliza, es porque no tiene como él, todas esas cualidades inherentes a la virilidad.” Cuarto error.—Cuando se escribe, como escribe el señor Echegaray, es muy arriesgado decir que no se quiere “motivar risas”. Esto nos expone a que los lectores nos den—cual ha sucedido ahora—un contundente desmentido de hecho. Quinto error.—No se debe afirmar que un individuo, por el hecho de tener la mente libre y el habla osada, sea “enemigo personal” de Jesucristo. Más de alguno que ha estudiado con amor y hondura la doctrina del Nazareno, cree que sus únicos enemigos personales son los pastores católicos. No en vano fue escrito: “No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; más el que hiciere la voluntad de mi padre que está en los cielos”. Sexto error.—Es peligroso, de todo peligro, poner la firma al pie de un artículo que contiene párrafos como el siguiente: “…exaltador de Epicuro, y apasionado de Wilde y Nietzsche, cuyas paradojas repite con fruición. ¡Lástima sería que repitiera la vida de sus mentones!”

Los mal intencionados, que no son pocos y que suelen ser cultos, podrían asegurar, después de leer tales líneas, que quien las trazó es un aficionado a hablar de cosas que ignora. Lo peor del caso es que aparentemente tendrían razón. ¿Qué quiere decir esa mescolanza de Wilde con Epicuro y con Nietzsche? Hablar de los vicios de Wilde, está de moda, aún cuando no sea posible asegurar si ellos existieron realmente, o si fueron una simple leyenda creada por ese “poseur” estupendo que, por sobre todo, fue el autor de “Dorian”. Pero aun dando por verdadero cuanto Wilde se asegura, yo creo que el señor Echegaray no tiene derecho a intervenir en la lapidación. ¿Cuál fue el pecado de Wilde¡ El de haber alardeado “de que a él, por fortuna, ningún vicio, en absoluto, le era extraño.” Ahora bien,¿no es ello,, según el propio señor Echegaray, algo que sólo puede escandalizar y avergonzar a quienes “no tienen como el señor Nercasseau, todas las cualidades inherentes a su sexo?” Esto en cuanto a Wilde. En cuanto a Epicuro, un lector de France, y por añadidura bachiller en humanidades, está obligado a saber que Epicuro fue un santo observante de una moral inflexible y rígida, que buscó la felicidad en el aniquilamiento de las pasiones, y que si hubiera nacido después de Cristo, tendría, seguramente, un sitio en el calendario. ¿Y Nietzsche? El creador de Zaratustra vivió aislado y puro como un anacoreta. Lo han llamado “el solitario”. Sólo quien conozca su historia, sólo quien haya leído su epistolario, llegará a comprender cómo fue de sobria y pura su existencia cenobítica, como fue de cristalina la limpieza de su alma. Séptimo error.—(Suprimido por la censura)… Y basta.

Tiene razón Anatole France: “Se puede decir todo, se debe decir todo; pero sabiéndolo decir todo”. T tienen razón también quienes han dicho: “No se debe hablar de lo que no se conoce, no se debe hablar de lo que no se entiende”.

CLAUDIO ROLLAND.