LA IDOLATRADA

Montaña de versos, brazada de sueños ardiendo, tú sobre mi sexo; llaga de sol, llaga de miel, llaga de luz encima de las frutas clásica,

incendio, leña de pena…

Como camino polvoroso de canciones, como recuerdo polvoroso, así tu amor embellece y alegra entristeciendo.

Viejo y negro pueblo lleno de tórtolas crepusculares; casa de los naranjos melancólicos y las tejas lluviosas; casona de herrumbre, con gatos oblicuos y tristes; con limoneros, solteronas y día domingos, con villorrios y viajeros, con postinos de cansancio, con carretas de tonadas en las vitrinas anacrónicas; país de las provincias y los ruinosos bajo el poniente irremediable, país de los sepulcros, los borrachos y las rutas de Otoño, yo, y tú, tú, pequeña, curiosa, morena, asomada en las ventanas…

Quiero la vida porque tú eres vida, quiero la sombra porque tú eres sombra, mujer, quiero la tierra porque tú eres tierra; y tus besos como higos, como agua de fuentes rurales, como uvas llenas de mar cantando desde las viñas cósmicas; acepto la materia y la tristeza porque tu carne es triste, porque tu alma es triste como la higuera de las parábolas.

Abierta frente al universo abierta, eres cual una herida de la Tierra, poblada de voces mundiales, madura de goces fragantes… ¡palabras del siglo,—muñeca con ojazos negros!… síntesis, panorama del hombre y del tiempo cruzado mis huesos!…

Aventurero de espanto, columpio mi gesto pirata, como un fruto enorme y prodigo, entre la nada y la nada; encima tú, como un beso en un mundo, encima tú, temblando, encima tú, como un canto en un muerto, encima tú, como un nido en un árbol estupendo, paloma de las lindes últimas.

Eres clara como la muerte, eres buena como la muerte y profunda como la muerte; dulce y triste como sol de Invierno; llena de nidos y frutos, como un bosque inmenso o una humilde casita de campo; arada por la maternidad, los hijos te engrandecen como a la tierra el surco, mujer, la idolatrada, mujer, la idolatrada, Hermana de la luna, la pena, la lluvia y el destino de las cosas, determinas el límite de lo absoluto y lo infinito con la rayita azul de tu existencia.

Embajadora de las golondrinas, mujer, la idolatrada; se enorgullece Dios de haberte mirado en los (mundos, haberte mirado en los sueños frente a la creación, adolorida; seas benditas, pues, por los siglos de los siglos… ¡coronada de pueblos y de niños!…

PABLO DE ROKHA.