LOS FORJADORES DE LA TEMPESTAD

De las funciones públicas de Gobierno realizadas en el último tiempo, ninguna quizás más interesante que la Quinta Conferencia Panamericana, reunida actualmente en Santiago. Dieciocho Repúblicas están representadas en ella; hombres de estado, representantes de la banca, de la diplomacia, del periodismo, y hasta intelectuales de valor tienen un asiento como delegados. El programa elaborado para la reunión abarca entre un sinnúmero de temas secundarios, algunos de verdadera trascendencia: tal el de la reducción de los armamentos. Por eso es que para los que no están en el secreto de su apariencialidad, esta Conferencia resulta “de importancia”. Bastaría, sin embargo, considerar algunos hechos significativos para comprender que la pomposa reunión no es si no una farsa más, que ni siquiera ofrece la delicadeza del abrazo de la serpiente... No es que se deba suponer influencia del local para explicarse la esterilidad y la impotencia de este Congreso de Naciones de América. Aparte la reconocida ineptitud de nuestro Parlamento; descontada la vergonzante inutilidad de nuestra Congreso Nacional y la impudicia de gran número de “representantes populares” que comercian su investidura desde mucho antes de obtenerla, el medio ambiente no puede haber obrado semejante influencia anonadadora. Hagámonos carga de que por lo general, nuestros congresales no se acercan a las reuniones de la Conferencia, ni pueden intervenir en sus deliberaciones. E1 desplazamiento del poder legislativo de Chile que ha obrado la V Conferencia es, hasta cierto punto, una ventaja positiva para Chile. En cambio, para su real valor desde el punto de vista del Gobierno y de los Estados, faltó a esta reunión lo fundamental: haber congregado a todas las naciones americanas, sin una sola exclusión. Lo extraordinario y sospechoso ha sido contemplar vacíos los bancos que debieron ocupar los únicos países cuya presencia era indispensable: México, Perú y Bolivia. Extraordinario porque el panamericanismo no se obtiene por medio de buenas palabras; sospechoso, porque México no está reconocido por los Estados Unidos; de quienes lo separa una grave cuestión antigua, y porque Perú y Bolivia aún sostienen actitudes de serio antagonismo con Chile. En seguida, no escapa al memos avisado la rivalidad, la competencia, la pugna feroz y enconada, mezquina e inicua que ofrecen las deliberaciones, vestidas en la manera atildada de la diplomacia. Al estrecharse la mano enguantada, los delegados se clavan la garra. Y todos recelan, salvo el representante de Honduras, cuya investidura dá un delegado más a la representación chilena. . . Esta es una asamblea de competidores. El búfalo del norte contiene su empuje atropellador, pero se debate furiosamente cada vez que se intenta eludir, con dignidad, su predominio insufrible. Los grandes astros del Atlántico defienden su situación y sus mercados; y entre tanto los satélites jiran desorbitados haciendo,, de vez en vez, una aparición junto al planeta de cuya atracción no logran alejarse. En el fondo del fondo, la reunión se resiente del vicio capital de la organización del Estado de hoy: la explotación del débil por los fuertes, organizada, metodizada, canonizada por las leyes de todos los Gobiernos y más o menos visible en el cuerpo de fantasma del Derecho Internacional, mítico después de la última guerra grande . Y luego, se encubre de vanas fórmulas de urbanidad el acto inaugural y las sesiones plenarias, todas las funciones oficiales, las repetidas recepciones, y los ágapes cotidianos. La murmuración gime en el hilo telegráfico; y todo lo que no se logra decir en el pasillo, aborta antes de celebrarse la reunión secreta de cualquiera comisión . ¿Cómo pensar de una reunión de confraternidad americana que exhibe al mundo la más esquisita aplicación de toda la diplomacia antigua del secreto, la combinación traicionera, y la ambigüedad triunfadora? ¿Cómo pensar de la repetida voluntad de reducir los armamentos para evitar el horror de la guerra y la inquietud angustiante de la paz armada que fatalmente concebirá la guerra, si Chile mismo, autor de la indicación, se exhibe impúdico, doble, vacilante y contradictorio? Una Conferencia, con sede en Santiago, y que funciona en el local del Parlamento de Chile sólo puede amontonar palabras y asombrar a los niños: a los niños del desfile de panamericanismo que se brindó hace días a los Delegados, a los boyscouts y a la ropa armada (niños de báculo, niños de bayoneta, niños de rifle! Los Estados Unidos gestan y dirigen la rencilla de Latino-América. Muestran los dientes poblados cuando se quiere reorganizar el artificio elemental de la Unión Panamericana por ellos presidida; y callan cuando Brasil exige de Argentina y cuando Argentina exige de Brasil. Chile, cuya fantástica sinceridad de relaciones exteriores se hace cada vez más diminuta, ensaya posturas de coquetería con Brasil primero, con Argentina después, con Uruguay constantemente; y se dobla hipócritamente ante el coloso norteamericano. Preside la Conferencia y envía a Pacheco a la mesa y a una minúscula edición de Maquiavelo a la Cancillería. Y habla en todos los tonos, por todas las bocas, en todos los diarios, junto a todos los ágapes, tras todas las libaciones, con una voz cascada de fonógrafo gastado. Es indudable que así mirada, la Conferencia resulta interesante. En cuanto a su importancia, no parece tanta. Porque como de aquí no resulte el embrión de un par de guerras, podremos descansar tranquilos en que habrá de convocarse la Sexta Conferencia, para la cual se ha ido dejando la resolución de todos los Problemas.

Daniel Schweitzer.