KURT WILCKENS

Tener ideas es, en los días actuales, no sólo una temeridad, sino un verdadero crimen. Hostilizados por la policía, perseguidos por los Gobiernos, boycoteados por los patrones, se ven a cada momento, los hombres que tienen el valor y la, osadía de Proclamar en alto sus ideas y de arrojar a todos los vientos sus doctrinas. Las clases altas, manada de puercos que disfrutan tranquilamente de todos los goces de la vida, los ultrajan; las clases pobres, rebaño de animales sufridos y resignados que mansamente rumian su esclavitud milenaria, no los comcomprenden. Y así, enhiestos y solos, desafían la cólera de unos y la indiferencia de otros. Son los hombres-cumbres que, donde quiera que vayan, dejan huella imborrable de su acción bienechora.

Tal Kurt Wilckens. Este hombre, puro y bueno como pocos, mano vengadora de los miles, de indefensos trabajadores fusilados traidoramente en las estepas patagónicas, por el bandido Héctor Varela, cuya muerte fué día de júbilo y regocijo para la gente honrada de toda América, acaba de ser asesinado en la cárcel por un policía que contaba con el más franco apoyo del gobierno y de la llamada liga patriótica argentina. Por este crímen que deshonra a la república argentina, y la desconceptúa ante las naciones civilizadas del orbe, el proletariado bonaerense declaró una huelga general de 48 horas, que paralizó completamente la actividad industrial y comercial de Buenos Aires. El gobierno, temeroso que demostración de las fuerzas obreras organizadas culminara en una aventura revolucionaria, procedió a disolver violentamente las manifestaciones de protesta que se realizaban, de lo cual resultaron dos camaradas muertos y varios heridos. Ante estos desbordes de la bestialidad y fiereza uniformada que son un anuncio del verdadero peligro que se cierne sobre el desarrollo de las ideas liberales, y ante la conformidad musulmana demostrada por las organizaciones obreras de este país, nos preguntamos alarmados, ¿es que se está de acuerdo con esta forma de concluir con los militantes destacados del elemento proletario, que nadie grita, que nadie se indigna, condenando aquel asesinato? ¿O es qué somos un pueblo de marmotas que nada nos conmueve, que ningún hecho, por criminal que sea, logra alterar nuestra glacial despreocupación? ¿Acaso el sentimiento de solidaridad y compañerismo que a cada instante está a flor de labios, es declamación vácua que no hemos realizado aún ninguna demostración que evidencie nuestro apoyo a los compañeros que cayeron a raíz de la huelga general, decretada en Buenos Aires, como manifestación de airada protesta por el crimen policial? ¿Qué esperamos para hacernos oir?