EL CARTEL DE HOY

MUCHACHOS

Lo mejor nuestro lo gastamos, sin tasa ni previsión, de jóvenes. Y esto es lo bello. Gracias a ese oscuro afán de echar al aire y la noche el espíritu y la carne, hay todavía en el mundo flores y serenatas. Belleza y esperanza. La juventud de la vida, es una fuente que no se agota nunca, que se renueva siempre. ¿Para quién canta, por qué florece?… Tanto valdría preguntarle a una mata o a un ave. Es un profundo y celeste misterio. Y si es bella la juventud porque se da y se siembra, más bella es cuando se alza a un ideal de justicia y aparece entre los viejos para imponer sus suenos, edificar sus quimeras. Entonces completa en sí el sentido de la vida, porque une al candor la audacia, a la ternura el empuje. Podrán doblarla o batirla, pero su paso se queda como un rastro de perfumes y de cantos.

¿Que otra cosa son los genios más que niños grandes, muchachos viejos?… Creen en todo lo noble y salvan de un vuelo todo lo feo. Asimilan, como las plantas todo, y vuelven flores. Y en quién pondremos los ojos sino en ellos?. Muchachos, muchachos; atropellad al destino, guerread la sombra, daos besos o pegaos por lo que creáis bueno o malo. Haced, intentad hacer a vuestra imagen y semejanza la vida. Eso es ser jóvenes.

No temáis soñar de más, ser demasiado locos o audaces. Mirad, alrededor vuestro, qué triste, estéril, cobarde es todo. Empapadle vuestro aliento, voltead vuestros frescos puños sobre tanta cosa seca: textos, conciencias, costumbres. Sacudid a los que duermen y a los que velan; todos son viejos. Sembraos, sin tasa ni previsión, a voleo. Hay que remozar la tierra esclava y burguesa, con cantos y hechos subversivos y anárquicos, muchachos. ¡Muchachos!

R. GONZALEZ PACHECO.