DOMINGO GOMEZ ROJAS

1920 - 29 DE SETIEMBRE -1923

Hace un año justo encabezábamos con este mismo nombre un artículo publicado también en las columnas de “Claridad”. Permítasenos insistir en la vida y en la obra del recordado poeta; permítasenos ensalzarlas y ponerlas como modelo, rindiéndoles de año en año nuestro homenaje cordial. Permítasenos, en una palabra, la devoción sin restricciones a Domingo Gómez Rojas. Nuestro concepto de la devoción radica en la no extinción del recuerdo. Seremos devotos de una mujer cuando, a pesar de las distancias y a pesar de todos los mezquinos límites, le consagremos nuestro pensamiento y el homenaje de nuestro corazón. Seremos devotos de una idea cuando por ella arrostremos la injuria y la desdicha, sin que se logre quebrantar nuestro ánimo. Seremos, en fin, devotos de una obra de belleza cuando a pesar del tiempo trascurrido volvamos la mirada a ella para purificarnos, para enaltecernos. Seamos, pues, devotos del poeta segado en flor, poniendo por encima de todo su nombre, y su obra en la cúspide de nuestro Parnaso ideal.

De día en día el recuerdo de nuestro poeta se hace más claro y diáfano. Han pasado ya tres años desde el instante de su muerte y ellos nos han traído un abigarrado bagaje de sensaciones y de pensamientos. Sometidos a continua revisión sus versos triunfan del análisis y se anidan en nuestra alma hecha a su arrullo peregrino. Por momentos nos parece que han sido rehechos, que han surgido nuevamente de una garganta ignota y que tienen de las cosas recién nacidas el balbuceo y el regocijo. Pero la renovada maravilla nació con ellos y en sus carnes vive. Gómez Rojas supo hacer de su obra la que nunca muere, la que permanece y se agiganta. Los hombres que latieron ayer en su sollozo, de cierto se traspasan hoy con su angustia y mañana se sentirán arrebatados por sus efluvios de alegría. El poeta amaba la vida. Oídle como sueña en el futuro:

Y pienso que algún día sobre la faz del mundo una justicia nueva romperá viejas normas, y un futuro inefable, justiciero y profundo imprimirá a la vida nuevas rutas y formas.

Pero también la muerte, el aniquilamiento y el desengaño total arrancaba de vez en vez a su acento entonaciones de Eclesiastés:

Esta canción lejana y sin sentido pende cual gota de agua en la clepsidra; morirá con nosotros, con el mundo y con la eternidad que soñé un día. No seremos ni sombra ni belleza, ni atardecer, ni beso ni poesía…

Con Gómez Rojas nuestra poética alcanza una profundidad penserosa en cuyo camino pocos se han esforzado. No preconizamos el cultivo preferente de esta manera ni la hacemos prevalecer como superior a otras. Cada poeta cante como sienta y pueda. Para años la vida tendrá un sentido deportivo y placentero, o agonístico y batallador; para otros será en cambio reviviscencia de preguntas a lo eterno y desconocido, buceos en la sombra y búsqueda anhelante de rutas y metas. Dentro de cada rumbo hay que dar con la expresión definitiva, cabal y destinada a quedar para siempre en medio del perdido acervo de los esfuerzos no logrado. Así nuestro poeta ejemplar en la obra, en la vida y en la muerte.

Raúl SILVA CASTRO.