Sombras en el Muro

VACIO

Algo mío se quedó prendido en el gesto de tu despedida lejana: harapo de luz mordido por las ráfagas de lo inevitable, entonces. Pasó el estío con una canción sobre los párpados juntos. Y mi alegría no corrió, destrenzada, por log surcos cantantes y las viñas de la embriaguez. Pasó el invierno, nube plomiza y gimiente, junto a mi ventana abierta sobre el horizonte de la espera. Y no turbaron mi soporosa soledad, ni el ulular de la tempestad desatada ni el rumor pertinaz del aguacero que golpeaba las techumbres y las almas. Han pasado todos los días así, desde entonces. Alguien que no soy yo, responde a las gastadas preguntas de los otros, devuelve el eco de sus inquietudes vagabundas y la imagen de sus gritos estériles, vertidos a puñados de angustia, en el vacío de la naturaleza. Y algo cuyo nombre ignoro—¿qué es lo que sé?—va tejiendo, dentro de mi, telas de silencio y de muerte, lo mismo que en los rincones de las piezas abandonadas, borda la araña, paciente y taciturna, su prodigio invisible.

OTRO DIA.

Otro día. De nuevo de cara al abismo azul de siempre, achatados por el misterio gimiente contra el cual estrellamos en vano el espíritu. Prisioneros de fuerzas oscuras, somos. Nacen y prosperan en nosotros. Después nos envuelven en una madeja irrompible donde se debaten, desgarrándose, el terco deseo de vivir, la sonrisa y el sueño. Somos, como nunca, pobres ahora. Ahora que la tierra renace bajo la bendición unánime del sol. Mas despojados, con un invierno inmortal y lacerante dentro de nosotros, contemplamos la voluptuosidad de las resurrecciones, allá afuera, en el huerto. Los ojos se llenan de dulzuras de albada. Cada brote es anuncio de belleza próxima.. Crepitar de deseos, guirnaldas de cantos; la frente pensativa se alza en busca de la última locura. También en nosotros hay frente a todo esto un resplandor de rebeldía, una vuelta de espaldas a la muerte. Pero pasa. Una. esponja de angustia borra las decoraciones espléndidas y queda el muro gris, el horizonte infranqueable de la monotonía y e la verdad. Rumor de hojas muertas hacen en los caminos interiores las cosas perdidas que encerraron en su pequeñez transitoria un infinito y una eternidad. Y mi corazón continúa siendo una mancha de invierno extraviada y confusa en la naciente primavera del mundo.

Eugenio GONZALEZ R.