SU EMINENCIA Y SU EXCELENCIA

UN ABRAZO QUE TAMBIEN SERA HISTORICO.—EL TRIANGULO Y LA CRUZ.— DOS HOMBRES SEMEJANTES.—FRASES QUE SE HARAN CELEBRES

El Cardenal es una de las figuras más simpáticas que hayan visitado nuestro país. Su bello traje rojo pone una nota de color en esta ciudad gris y demuestra que las cosas y los colores adquieren distintas significaciones según las personas que los llevan. Una corbata roja es una amenaza; un traje rojo es símbolo de caridad cristiana. El Cardenal se ha conquistado desde el primer instante las simpatías de Su Excelencia. Su Excelencia se conquisto inmediatamente el cariño del cardenal Un abrazo solemne selló este mutuo cariño. A través del tiempo este abrazo adquirirá las proporciones de una acontecimiento histórico: el triángulo y la Cruz se estrechaban de nuevo en el anhelo de engrandecer a la humanidad. El Cardenal está tallado en la misma materia que S. E. Uno nació bajo el ardiente sol valenciano, los antepasados del otro vinieron de la Italia luminosa. Los dos aman las bellas frases y legarán algunas máximas a la. posteridad. S. E. ya tiene otorgado el privilegio exclusivo de aquello de que “sólo el amor es fecundo, el odio nada, engendra” Su Eminencia ha lanzado a la circulación otra frase que hará perdurar su recuerdo entre nuestras bellas, con un eco profundamente simpático: “En Chile las flores no son caras, pero las caras son flores”. Es una frase que lleva en sí un cierto sabor a paganismo que nos permite esperar que la Iglesia abandone la antigua repugnancia que sentía por todo lo bello. Es una frase que demuestra que suelen los librepensadores más empedernidos tener momentos de inspiración que los acercan a los príncipes de la Iglesia. Hace tal vez sesenta años, el señor Víctor Hugo, poeta francés ateo, expresó un pensamiento análogo: “En esta reunión las flores parecen caras y las caras tienen la belleza. de las flores”. Esta analogía en el modo de expresarse entre el poeta y Su Eminencia demuestra que la infinita bondad de Dios, su divina inspiración, se reparte casi por igual entre justos y pecadores. ¡Loada sea la indulgencia divina!

Santiago LABARCA L.