COMO ES JUZGADO KROPOTKIN

El dominio que se ejercita sobre un determinado campo de las letras, no autoriza por cierto a pontificar solemne y tozudamente sobre las múltiples manifestaciones ideológicas que florecen en el área vasta del saber. La audacia abarcativa se resuelve a veces en yerros descomunales, Máxime cuando hay carencia de versación en lo que se penetra y ausculta. La complejidad que hora a hora adquieren los problemas humanos, obligan a una serenidad y hondura de aquilatación enormes. Motivos simplísimos son estos que no siempre consideran los que se dan a la tarea de discernir valores o señalar negaciones en las producciones del espíritu. Raúl Silva Castro, en el pasado número de “Claridad”, y a raíz de un comentario al folleto “Figuras de Agitadores” de Santiago Labarca, se detiene a considerar la personalidad y la obra de Pedro Kopotkin, todo ello en cuatro fulminantes y enfatuadas líneas. Le conocíamos hasta aquí por su labor que como crítico literario ha venido realizando en las columnas de esta revista. Indoctos en materias de arte, poco sensibles a las influencias de las modernas escuelas de belleza, nos esforzábamos no obstante por extraer de su prosa partículas emocionales y lógicas que vinieran a desbastar la cáscara primitivista que impide la expansión de nuestra personalidad hacia las regiones de la emoción. Aportaba una suma de deleite a nuestra incipiente cultura. Pero, he aquí que en el artículo antedicho, la trayectoria, el rumbo de su acción comentarista, sufre brusca desviación, internándose en el oceáno de las consideraciones sociológicas. La saliente hacia horizontes vírgenes a inexplorados por su mentalidad, se traduce en una fecunda floración de errores. Ante todo, conceptúa a Kropotkin como mero hombre de ciencia, investigador que vive entre el mundo de científicos afanes, ajeno a las inquietudes y análisis doctrinarios. Kropotkin no ha agitado las multitudes, no ha tornado efervescente el abúlico ánimo de las colectividades. Solo es el hombre, de, gabinete, sumido en la catalogación de nuevas especies y características naturales descubiertas en los hielos de la remota Finlandia. Con tan incompleta interpretación no ha logrado el joven Silva Castro sino desfigurar, emborronar la talla gigantesca del príncipe ruso. Nosotros consideramos que Kropotkin ha realizado la más vasta labor de agitación que es dable provocar en los pueblos, tendiente a la conquista de su libertad. Las conmociones sociales no se producen solo al conjuro de la fuerza sugestionadora que ejerzan sobre las muchedumbres los pregoneros de una nueva justicia. Ellos son simplemente una proyección clamorosa y audaz de las concepciones que el pensador ha puesto en pie desde el laboratorio de su cerebro; son los intérpretes valerosos de las concrecionadas doctrinas paridas por éste; enfilan su acción sobre las rutas luminosas que los sabios han trazado hacia el porvenir. Nada agitarían, ninguna corriente subversiva moverían dentro del pueblo, sin la enjundiosa fuerza de las ideas, sin el impulso atrevido de los postulados. De ahí entonces que Kropotkin—afianzador de una amplia doctrina—resulte el más formidable de los agitadores. Es la raíz profunda de sus pensamientos la que brinda vitalidad anímica a los bravos retoños que son los agitadores; se nutren de la savia de sus construcciones sociológicas fortificando su posición de combativos e iconoclastas. Kropotkin ha complementado el tesoro recogido en sus valiosas rebuscas de científico con la suma de conceptos doctrinarios. Con lo uno ha potencializado lo otro; en la ubérrima naturaleza ha encontrado los elementos nutricios para su andamiaje sociológico. Su obra resume esa característica fundamental. No pueden abrirse abismos entre una y otra zona; no puede rechazarse o negarse la una sin menoscabo de la otra (1).

El libre acuerdo, factor capital de vida para la comunidad fraterna entrevista por Krophotkin, no es un algo utópico como despectivamente lo proclama el joven Silva Castro. Por el proceso demostrativo anteriormente explayado, ha valorizado Kropotkin la función específica del libre acuerdo, aduciendo millares de ejemplos fáciles de constatar en la naturaleza y dentro de las relaciones que ligan a los humanos en la actual sociedad. La espontánea y libre concertación de los hombres para una obra común, es algo positivo e incontrarrestable. De aquí infiere la lógica posibilidad de la existencia de una colectividad ajena al imperio de toda autoritaria coerción. Kropotkin no ha programizado el futuro, no ha tendido rieles para que el hombre deslize el convoy de sus destinos. Por el contrario, ha creído que el panorama del futuro estará integrado por opuestos contornos, por líneas diversas y cambiantes, dentro sí a la base de una positiva libertad. Denota profunda superficialidad y ligereza la crítica del joven Silva Castro. Si ha pretendido menoscabar la personalidad de Kropotkin para soliviantar la talla de Marx, ha empleado un procedimiento baladí que se vuelve contra él, dejando al descubierto una perfecta ignorancia acerca de lo que es la obra del gran ruso. “Los secuaces de Kropotkin”—y en honor al admirable calificativo—no toleramos tan burdas y ostensibles depredaciones a la integridad de un fuerte idealismo como es el Kropotkiniano. Exigimos mayor conciencia de lo que se pretende impugnar, sin sentar plaza de pontificador banal y aparatoso. La seguridad que se posee en el empleo de una facultad determinada, se quebranta., cuando se desconoce el medio en que ésta debe llenar su cometido.

Víctor YAÑEZ.

(1) Para pesar sólidamente este aserto, es necesario conocerle a traves de sus libros “El apoyo mutuo”, “Palabras de un rebelde”, “La ciencia moderna” y el Anarquismo, “La gran revolución”, “Definición del socialismo y la anarquía, inserta en la Enciclopedia británica”, “Campos, fábricas y talleres”, “La Moral Anarquista”, y su última formidable y póstuma obra: “Etica”. Pretender juzgar a Kropotkin por la sola “Conquista del Pan”, es casi desconocerle, formándose cuando más, de él un juicio debil y fragmentario.