LA EVOLUCION SOCIAL

II

Cuando se quiere convencer a las gentes de que la evolución política es la síntesis de la vida social, se generaliza de tal modo que podría creerse que en el mundo no hay más que ministros y diputados capaces ¡de crearlo todo. Lo contrario, sin embargo sería más exacto. Porque, en fin de cuentas, el individualismo en el curso de su desarrollo no ha hecho más que servirse del instrumento político, cuya traducción es el gobierno y su cortejo de polizontes, tribunales, fuerza armada, etc., para desentenderse de los negocios públicos y holgarse en una segura libertad de acción. La propiedad, la industria, el comercio se han desenvuelto por sí mismos, dentro y fuera, antes y después de la ley, y no habrá quien pretenda que el resultado verdaderamente asombroso de su evolución sea debido a las artes políticas o a la acción gubernamental. Al contrario, no pocas veces propietarias, industriales y comerciantes han tenido que refrenar las pretensiones de los políticos que, constituidos en verdadera casta de profesionales, olvidaban su condición servil. La sumisión de los políticos a los intereses reales de los poseedores es un hecho constantemente repetido en la historia. En realidad, la casta es despreciada por todo el mundo. Los de arriba la tienen en condición de inferioridad y los de abajo la juzgan, no sin razón, causa de los males que sufren porque ven que, además de la explotación directa de los poseedores, han de soportar las gabelas e impuestos, el mantenimiento de la holganza oficial. En vano se esfuerzan algunos en demostrar que en la política culmina la vida de los pueblos. Se engañan a sí mismos dando al concepto político una extensión tal que comprende, en prodigiosa síntesis, ciencia, arte, trabajo, filosofía, moral, negocios, vida de relación a intima, etc. ¿Dónde, cómo y cuándo puede interesar esa ruin mecánica, que entretiene los ocios de los cahrlatanes, la vida entera social? Los afanes de las gentes pobres y los de las gentes ricas, fuera de la política y muchas veces ignorantes de la política, se libran en lucha abierta con las resistencias del poder y con las resistencias del ambiente. Sólo que los primeros están en situación subordinada y los segundos en situación preponderante. De donde resulta, que sobre las pobras gentes caiga el pesó de los unos y de otros y también la explotación indispensable al sostenimiento de políticos y poseedores. Bien poco significa el prurito de hinchar el concepto político para deducir inmediatamente que andan equivocados a obedecen a intereses de exclusión o a ideas reaccionarias cuantos detestan la política. Para todo el mundo la política es la gran mentira: mentira de partidos y comités; mentira electoral y legislativa; mentira gubernamental y financiera. Si en ella se revela algo levantado es siempre como reflejo, en fin, de la acción plenamente social. Es, por otra parte, incuestionable que la gobernación de todos los países llamados civilizados está sometida a los intereses y a los fines de las grandes entidades financieras, grandes empresas dueñas absolutas de las riquezas públicas y privadas. En sus manos, los políticos son ridículos pepeles con los que juegan como niños con un trompo. En oposición a todo eso no hay más que una fuerza real que concurre a la determinación del desarrollo social, y esta fuerza es el proletariado militante, ya sea el agrupado por intereses de clase, ya el organizado para la lucha por ideales sociales. Y es de notar como el carácter a la vez materialista a idealista de esta fuerza imprime a la evolución un rumbo determinado, una orientación francamente opuesta a los privilegios políticos y económicas, cosa que la ñoñería de los intelectuales y de los gobernantes tiene en completo desconocimiento. En medio del elemento de conservación que utiliza el instrumento político para garantizar, por la fuerza, su posición ventajosa, y del elemento de renovación que sólo tiene a su alcance para el combate la asociación y la rebeldía, queda una gran masa capaz de inclinar la balanza actuando por viles ambiciones a favor del primero o por generosos ideales a favor del segundo. Es la clase media compuesta de pobres decentes, de proletarios de levita, que no tienen blanca y presumen de potentados, que quieten y no pueden, que se pasan la vida persiguiendo la fortuna y mueren al servicio del enriquecimiento ajeno. La evolución social se determinará decididamente en el sentido del futuro, el día que la asociación y la rebeldía de las falanges proletarias sean bastante poderosas para arrollar, para arrastrar y para dirigir esa multitud vacilante que tiene hipotecada el alma al demonio de la riqueza. Un hecho que anuncia la proximidad de los grandes cambios sociales es la manera como el proletariado va adquiriendo la capacidad de cooperación y dirección fuera precisamente de la acción política. En las organizaciones obreras, sobre todo en aquellas que no siguen las prácticas políticas, los trabajadores van adquiriendo poder de iniciativa, prácticas de administración, hábitos de libertad y de intervención directa en los asuntos comunes, facilidad de expresión y soltura mental, cosas todas cuyo desarrollo es nulo en las entidades políticas que tienen por base la delegación de poderes y por tanto, la subordinación y la disciplina, la obediencia a los elegidos. En las asociaciones del tipo social las iniciativas proceden de abajo y de abajo proceden las ideas, la fuerza y la acción. Así se hacen los hombres libres, así se sueltan a andar. En Las agrupaciones del tipo político, todo viene impuesto de arriba, pese a la ficción democrática. Son los gobiernos, son los jefes, son las juntas, los comités los que dan la orden, tienen el poder, la iniciativa, la idea, la acción. Al que se rebela, al que se siente persona, se le arroja, se le expulsa, se le anatematiza. Así se esclaviza a los hombres, así ss perpetúa la servidumbre. El eterno hombre de las piernas ligadas, jamás echará a andar por sí mismo. Si un estrecho espíritu de bandería no cegara a muchos hombres de verdadera inteligencia, reconocerían que, al presente, la evolución social entera está intervenida de tal modo por el asociacionismo obrero y por la tendencia revolucionaria sin distinción de escuelas, que el verdadero nudo del porvenir está en esta intervención que lo llena todo. Las luchas políticas sometidas a esta influencia están con sus pujos de actuar socialismo; y hasta las relaciones internacionales, la enfática diplomacia, están sometidas asimismo a la palabra que el proletariado lance en un momento oportuno. La acción ha de estar regida por la realidad ambiente y ha de acomodarse a la finalidad indiscutible de una gran renovación social. No es en el terreno político sino en el de los ideales sociales donde está el verdadero campo de acción de nuestros días. Empeñarse en continuar la rutina es elaborar por el quietismo, es añoranza de presentidas ruinas, es laborar diques a la impetuosa corriente que va hacia el porvenir. La acción social es la fuerza incontrarrestable del presente y será realidad viviente del futuro.

E. QUINTANILLA.