CRÓNICA DEL AÑO

LA PROSA EN 1923

1923 ha sido un año de prosa más que de verso, pero no de prosa de calidad. Tampoco se han registrado obras en prosa que no sean novelescas, con muy escasas excepciones. Talvez por eso mismo la prosa de 1923 no tenga las condiciones necesarias para ser propuesta como modelo de nada. Naturalmente nos referimos a los libros que hemos leído, que son los temas que comprenderá este artículo. Hemos conocido grandes elogios a otras obras en prosa, reveladoras—según se ha escrito—de hermosas condiciones. Sentimos no incluirlas en estas líneas porque no han llegado a nuestro poder. BETSABE.—El problema moral y psicológico que “Betsabé” desarrolla puede reducirse a la fórmula que han casi agotado, a fuerza de manosearla, los escritores franceses de los dos últimos siglos, y todos cuantos en esa fuente hay bebido: “ella, él y el otro”. El que crea, llevado por el título, que Betsabé es la protagonista de esta historia de amor, se equivoca. Betsabé no es personaje substantivo. Sirve para apoyar muchas escenas, ocasiona importantes digresiones y aun anima la gran mayoría de las páginas de la novela. Pero si intentáramos suprimirla, cambiando en forma apropiada el incidente que determina la desesperación del que creía ser su padre, notaríamos que Betsabé no hace falta. Su figura no interesa ni mucho ni poco al desarrollo integral del drama que la obra plantea. La acción fundamental de ella corre ajena al influjo posible de su silueta de provinciana demasiado fácilmente, trasplantada a la vida compleja de la capital. Una palabra también sobre el estilo de esta novela premiada en público certamen. “Betsabé” está escrita en una lengua sencilla hasta el descuido, prosa impersonal como de periodista, extraña en un escritor de ciertas edad y cultura y que se ha formado al contacto de un arte literario que como el francés es un modelo de elegancia, de sugerencia, de valorizaciones y “nuances” de alto interés para el lector. Al menos así se presenta en aquellos maestros—Maupassant, France, Bourget—que hasta el señor Ortega Folch (lo decimos por la simple lectura de su libro parece aceptar como tales. Cuando una obra novelesca no tiene una acción interesante, atrayente, sugestiva, buscamos en ella el apoyo vigoroso y alentador de una forma que satisfaga el objetivo estético perseguido con su lectura. “Betsabé” nos reservó en este segundo evento una segunda decepción con su desaliño, su nonchalance formales. Esperamos del señor Ortega Folch otra producción para aventurar sobre sus posibilidades como escritor un juicio que hoy no queremos anticipar temiendo ser injustos. VIDAS MINIMAS.—Sobre esta obra breve, pero reveladora de intensas cualidades, se han escrito—nadie lo ignora—numerosos artículos. De lo ya publicado por nosotros a la oportunidad de su aparición en “Claridad” y en “Los Tiempos” entresacamos algunos párrafos: “El autor ha vivido en un conventillo, rodeado de gente humilde, fanática, ignorante, sucia y digna por todos respectos de compasión y de amparo. Su sinceridad y su sobriedad de analítico lo llevan a esbozar, sólo objetivamente, fragmentos de lo que ha visto. Se puede decir que observó y después dibujó con un trozo de carbón sobre la pared encalada de su cuarto redondo, estas siluetas violentas y trágicas. Su arte es un arte sin matices, sin combinaciones melifluas de colores, sin complejidades ni refinamientos pasionales, sin artificio ni aliño presuntuoso. Ama el trazo firme, seguro, inequívoco, y no se entrega a las gradaciones y vaguedades evanescentes que a otros deleitan.” “Como novelista tiene González Vera un bagaje riquísimo de experiencia. Ha conocido los medios más extraordinarios y se ha visto envuelto en las pellejerías más tristes que pueden sacudir a un individuo. La soledad, la miseria, la rampante angustia que produce la injusticia, el hambre misma no le son desconocidas.” Pocos escritores han sido acogidos al publicar su libro primero con éxito tan indisputable como González Verá. Todos cuantos hemos escrito sobre él le hemos augurado un porvenir grandioso y acaso nadie le ha indicado hasta ahora alguno de los múltiples peligros que le acechan. “Vidas Mínimas” es una obra que exige ser afirmada con la seguridad de que autor labora aún, tratando de perfeccionar su técnica y su estilo, de infundir en la una y en el otro el resultado de su experiencia convenientemente dirigida por la cordura que en él hemos reconocido. Que escriba le pedimos, validos de nuestra amistad, que dedique a la literatura esas horas que todos, y él entre todos, gastan en conversaciones mundanas y paseos inútiles. No se debe dejar sin obra la juventud, que es la época en que se puede dedicar al arte un contingente de fuerzas poderosas que la vida no ha logrado mellar aún, que es el período de nuestra existencia en que se da como nunca el desinterés necesario para gastar en la literatura ánimos no contaminados por el éxito o el afán de medrar que distinguen a otras edades. FIGURAS DE AGITADORES.—Santiago Labarca publicó en un folleto su conferencia de este nombre sobre Lasalle, Marx, Kropotkin y Malatesta, considerados, todos, como agitadores. La más lograda de las cuatro rápidas biografías es la de Lasalle, escrita con una animación, con una frescura, con un entusiasmo que declinan poco a poco en las otras, hasta tocar en el escueto arqueo de algunas fases de la vida tumultuosa de Malatesta. En el número 110 de “Claridad” nos ocupamos in extenso de este folleto que se lee con agrado e interés. Nos creemos por ello liberados de insistir en un examen más detenido. Réstanos sólo agregar que con su publicación la editorial “Cosmos”—empresa que también lanzó “Vidas Mínimas”—ha dado un nuevo paso en el cumplimiento de su hermoso programa de trabajo. ARENGAS.—Armando Triviño cuya vida será mañana acaso materia para un nuevo Santiago Labarca de otra “figura de agitador”, ha coleccionado en un folleto algunos de sus carteles y prosas breves, circunstanciales, obedientes a una propaganda social que en él ha tenido un buen secuaz. La de Triviño es una prosa fuerte, vibrante, enconada, a momentos henchida de lirismos fáciles, en todo lo cual sigue a Gonzáles Pacheco, el agitador argentino a quien en Chile muchos reputan y siguen como maestro. ROBLES, BLUME y CIA.—Fernando Santiván rompió con esta novela de compleja consideración su silencio de varios años. “Robles, Blume y Cía.” es una novela liviana, que se lee con agrado. a pesar de las intrusiones que a instantes representa su argumento en zonas polémicas que no queremos ver confundidas con las del arte. Tampoco nos ha satisfecho íntegramente su estilo, a momentos desmadejado y fútil y en otros adoleciente de una ampulosidad impropia del género (1). En obras como “La Hechizada”, y El mirar de las estrellas” hemos encontrado mayores atractivos que en esta del mismo autor. La primera es una narración sencillísima pero encantadora de la vida rústica. La segunda es la historia de un amor acallado por respetos y conveniencia. Vagamente recuerda la ternura inagotable de esa “Azucena en el Valle” en que Balzac condensó toda la cordialidad que en sus otros escritores sepultan la ambición y la astucia. “Robles, Blume y Cía.” Es para algunos un compás de espera y según otras opiniones, un paso en falso; en cualquier forma que se la considere, no añade casi nada a la obra del autor de “Ansia”. Como es un escritor que ama la franqueza y que preconiza la rectitud sin dobleces, creemos que no claridad la impresión que su obra nos produjo. Estimamos en mucho sus condiciones—tan bien demostradas ya en obras como a las que hemos aludido—para no suponerle capaz de probarnos, con los libros cuya publicación nos anuncia, que se renuova y asciende hasta el lugar que legítimamente le corresponde en nuestra letras.

Raúl Silva Castro.

(1) Véase nuestro artículo “Robles, Blume y Cía.” Publicado en “El Mercurio” el Domingo 18 de Noviembre de 1923.