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CONCURSO DE MEDALLAS: Se necesita un panó para la Biblioteca nueva. Se llama a concurso. Muy bien hecho. Manera equitativa y democrática, y que si tiene su indispensable complemento, un jurado que sepa juzgar, puede evitar planchas artísticas como los veleros inflados que navegan sobre la cabeza de su señoría, el presidente de la Cámara de Diputados. Pero la obsesión de las medallas ha venido a destruir el buen acuerdo del concurso. En éste sólo podrán tomar parte los pintores “recibidos”, es decir, los que tienen 1.a ó 2.a medalla en el Salón Oficial. Hay, pues, quienes creen todavía que el grado artístico se mide como el grado militar: con galones, estrellas de plata y pechos medallados. Ignorantes de que el arte es una cuestión de talento y de desenvolvimiento espiritual, miden a sus adeptos según el tamaño de la cola de pavo real que puedan desplegar. Los señores medallados pueden, pues, entrar a concurso bajo los yesos de la Biblioteca. Afuera, la vida seguirá por las calles.

VIAJE A EUROPA: Las pensiones en Europa han terminado para los artistas. Nuestro país ha alcanzado ya un tal grado de cultura, que, único en el mundo, puede desenvolverse sin artes. Por eso nuestros dirigentes estiman que es una pecaminosa inutilidad enviar artistas al Continente decrépito que aún insiste en bagatelas semejantes. A lo más, en el mundo oficial, se rumorea la construcción de una tumba tutankamenesca para los últimos sobrevivientes. En cambio, fiel a su línea cultural, el Gobierno envía a Europa por decenas a los militares, para que los hijos de Chile sepan defender, contra el enemigo imaginario, su extraña civilización que se ostenta más allá de las artes y las ciencias. Que tantos héroes partan a estudiar el manejo de bayonetas y ametralladoras, está bien. Pero que entonces se sea consecuente hasta al fin y se nombre jefe de la defensa nacional al gran Tartarín de Tarascón...

LAS EXPOSICIONES: Sí, sin duda... Debe existir, solapadamente, el plan de exterminar las artes, en esta tierra en que basta una acción del Club de la Unión o una empanada para alcanzar cultura y felicidad. La Tumba es un indicio significativo. Aunque no se haga. La idea sola de imaginarla, basta. Y esta concepción cómico-macabra es el resultado de un inmenso plan que, por ventura, creemos abortado. Hace algunos años, se trató de inocular a los pintores chilenos un virus horripilante que les diera, por generaciones, el asco de la pintura. Un perito en inoculaciones les inyectó a Romero de Torres, a Néstor, a Anselmo Miguel Nieto y otros microbios. Por un lado se les hablaba de Aman Jean, Paul Chabas. Algunos insinuaban a Boldini. Se combatía al arte de pintar con más energía que el tifus exantemático. Sin embargo, creemos que nuestros pintores han parado el golpe a tiempo. Para ello les habrá bastado visitar la Exposición de Arte (?) Español de la Casa Eyzaguirre. Allí se veían Romeros de Torres, Néstores, Pradillas, Migueles Nietos y qué sé yo, en toda la desnudez de sus fealdades azucaradas. Cerca, en la Casa Rivas y Calvo, aparecía, al mismo tiempo, otra exposición modesta de artistas chilenos en homenaje al poeta Magallanes Moure. ¡Salvado el enfermo! ¡El veneno abortó! Pero veo guiñar el ojo malicioso de un “marchand des tableaux”. “Hombre ingenuo, me dice, ¿cree usted, entonces, que trátase aquí de arte? Tenemos hambre y hay en Chile muchas bolsas cuajadas de oro que ante un Romero de Torres se rompen y nos proporcionan un buen cocido con patatas... Les affaires sont les affaires...”