Proyecciones del Movimiento Militar

El Estado tiene la pretensión de satisfacer las necesidades colectivas y amparar el progreso, respetando la libertad individual. Esto no es sino un engaño que los políticos han propagado y mantenido para poder justificar su existencia, ya sea actuando en el gobierno o en la oposición. El Poder de todos los Estados es y será coercitivo, descansa y descansará siempre en las fuerzas armadas; para justificar la violencia. que es su esencia, está la ley, escrita en los códigos o impuesta a golpes de sable en forma de nueva constitución. Toda iniciativa individual o social que cristaliza en una idea o acción de beneficio colectivo o que viene a satisfacer necesidades imprescindibles de la sociedad, es aprovechada por el Estado, quien la apadrina a última hora y se dice su creador, siendo que– en verdad– ha sido hostil o ajeno a ella durante su gestación o desarrollo. Todos los descubrimientos científicos, todas las creaciones artísticas y todos los movimientos populares han nacido y se han desarrollado al margen de las instituciones estatales, estas se han apropiado de los frutos y los han emponzoñado con su contacto y– lejos de impulsarlos– los han debilitado o estagnado: Afirmar que el Estado ha creado algo, seria como asegurar que el zapato de madera ha dado nacimiento al pie de los chinos, cuando –en realidad– lo único que hace es martirizar, detener y deformar las extremidades de las mujeres que lo usan. El progreso individual y social se produce a pesar del Estado, como se desarrolla el cuerpo de los niños a pesar de los trajes estrechos, los cuales –incapaces de detener la fuerza vital– se rompen o se descosen, necesitando de parches o remiendos. Así pasa con el Estado, cuando el pueblo progresa y ve claro la incapacidad o la corrupción gubernamental; entonces– para justificar la necesidad de la autoridad– se remienda el traje o se hace uno nuevo: cambia la combinación política que mangonea el poder, en el primer caso; suben al poder los militares o el clero, en el segundo. La situación para el pueblo es la misma, han variado únicamente las apariencias: hay siempre un amo que dispone de su vida, de sus intereses y de su libertad.

En todos los países del mundo está pasando, ha pasado o pasará lo mismo que en. Chile: el Estado, cuyo poder vacilaba en manos de los civiles– que han llegado a la quinta esencia de la podredumbre en los asuntos administrativos– ha tratado de remozarse, de prestigiarse, dejando escalar el gobierno a los militares. Mientras estos chocan con los políticos se produce una crisis del Estado, que el pueblo podría aprovechar en su beneficio siempre que contara con la fuerza y decisión necesarias para subordinar a sus enemigos, debilitados por la lucha. Pero si esta ocasión pasa, los militares– después de algunas vacilaciones– sintiéndose incapaces para administrar la cosa pública– llaman a los políticos, los cuales se descocan por aparecer a su lado. (Sabemos que el político tiene todas las cualidades, incluso las del excremento que se adhiere a los tacos del que lo ha pisoteado). Desde el momento que los militares se unen a los políticos, el pueblo ha perdido toda posibilidad de beneficiarse: la crisis del Estado ha pasado y este se sentirá más fuerte en el futuro: se dictarán nuevas leyes y la opresión de los asalariados será mayor. Vivimos ante esta amenaza tremenda, pues el ligero escollo que hoy dificulta el maridaje de los civiles y de los militares, desaparecerá en breve, ya que no se trata de un divorcio de fondo sino de forma: sólo divide una competencia por pequeños intereses que se subordinarán ante sus grandes intereses comunes si estos se ven amenazados al vacilar las instituciones estatales básicas por la acción de un movimiento libertario iniciado por los productores. Esta posibilidad, aunque remota debido a la desorientación de las masas y a la ambición colaboracionista de los caudillos, puede cristalizar en bella realidad si la impulsa un grupo decidido y capacitado, pues las condiciones de la vida no variarán: los nuevos gobernantes tratarán con dureza a sus gobernados y tendrán dificultades personales inmensas que satisfacer a costa de los explotados; las persecuciones y las injusticias irán en aumento, paralelamente con el encarecimiento de la vida y el desarrollo vicioso de las contribuciones. Y todo el espléndido miraje con que hoy los militares –aconsejados por los viejos políticos que medran a la sombra de sus espadas– ilusionan el país, será en breve un desencanto más sumado a la infinita serie con que se ha engañado al pueblo hambriento de pan y libertad, por los que ingenua o habilidosamente aseguran que el Gobierno o la autoridad pueden satisfacer las necesidades colectivas y garantizar la libertad. Frente a este peligro urge actuar en el sentido de orientar las energías dispersas en un solo haz que aune a los productores; esta fuerza nueva absteniéndose de su representación en cualquier asamblea constituyente– puede hacer propaganda y obrar– directamente para abrir camino a nuestras aspiraciones libertarias. Es preferible robustecerse manteniéndose al margen de la disputa de los constitucionalistas y fomentar– en cambio– las organizaciones o grupos que aspiran a la disolución del Estado. Esta actitud orientaría a los vacilantes y crearía una poderosa corriente para actuar en el futuro, sin dejar por el hecho de ser abstinente, de influenciar por acción refleja a todos los organismos del país.

J. GANDULFO.