KODAK

Un aparato peligroso para el “diario ilustrado” Desde hace mucho tiempo los gobiernos capitalistas estaban preocupadísimos en los ensayos de un aparato destinado a averiguar, a través del cráneo, las ideas de los individuos. Los “elementos indeseables” estaban contentísimos, porque creían que la mencionada máquina no se iba a inventar jamás. De esta manera estaban dispuestos a continuar pensando esas “terribles ideas disolventes” hasta el fin de sus días. Pero, he aquí, que todo abuso tiene su término. En efecto, el gobierno de servia, que marcha a la cabeza en materia de depuración social, acaba de inventar y empieza a aplicar la famosa maquinita que registra las ideas a través del cráneo.

El “diario ilustrado” (Cloaca Máxima) del 11 publica el siguiente telegrama:

PENA DE MUERTE AL QUE PREDIQUE IDEAS COMUNISTAS

Belgrado, 10.–Se anuncia en forma autorizada que a consecuencia de la nueva ley recientemente aprobadas por las Cámaras legislativas, han sido disueltas todas las asociaciones comunistas. La ley contra los comunistas dispone severísimos castigos para los que profesan ideas comunistas y la pena de muerte para aquellas personas que se dediquen a repartir folletos de propaganda comunista.–(United).

Después de leer lo anterior, lo único que deseamos –ya que tenemos buen corazón– es que jamás llegue a Santiago la máquina que ve a través del cráneo, no por los bolshevikis que merecen ser castigados, sino por el peligro que representa para los redactores del “diario ilustrado”. ¡Dios mío! ¡Qué cosas se verían si les aplicaran la maquinita!

Un cuento político “la nación” acaba de premiar uno de los ochocientos cuentos que se presentaron al concurso. La obra favorecida sugiere al lector varias consideraciones acerca de la literatura y sobre la personalidad de los jurados. Después de leer “los asfaltadores” piensa uno fácilmente que nuestra literatura no progresa ni tampoco se mantiene en receso. El cuento premiado no acusa ninguna novedad. Está escrito con el procedimiento común. El autor cuenta algo en un lenguaje sin movimiento ni agilidad. Y cuando se llega al término, después de saltar varios sitios comunes uno constata que la lectura lo ha dejado frío. Se trata, pues, de un cuento sin poder de emoción ni conmoción; de un cuento que no interesa. Y como si esto fuera poco, el autor intercala en su narración un semi tema político. Un profesor de pueblo o de barrio, habla de la instrucción como de una fuerza moralizadora y transformadora en oposición a la acción directa del pueblo contra sus opresores.

Las colectas Al paso que vamos, en nuestra capital antes de mucho tiempo se hará una colecta diaria. El objeto es casi siempre el mismo: la caridad. La caridad creada y mantenida por los mismos que han hecho posible la miseria. Las hijas y las esposas de lo que se adueñan del trabajo de los campecinos, mineros y obreros, se cuelgan del brazo del transeunte para sacarle una moneda. Y, con el montón de óbolos que acumulan del día a la noche, inauguran un asilo para que se pudran apaciblemente los que reventaron trabajando toda la vida para los vagos bien apellidados. A veces, de pensar en esto, uno se pone neurasténico y se indigna. Y tiene ganas de ir por las calles del hambre, gritando: “no aceptes nada de los usurpadores; cuando tu niño no tenga leche, déjalo que muera. Cuando te falten las fuerzas y no puedas trabajar, cómete los puños”. Pero sería una prédica inútil; quien ha vivido una vida entera reemplazando o complementando a una máquina no tiene alma para el heroísmo. Debemos, pues, tolerar a la caridad y si nos resulta posible mostrarnos amables. Con la caridad, nuestras damas pueden demostrarnos que además de su hermosa carne tienen una serie de buenos sentimientos que no ocupan todo el tiempo en su propia satisfacción, etc., etc. Debemos seguir agregando nuestro óbolo al de todos. Así, algunos de nuestros hijos, podrán alimentarse hasta que llegue el instante en que la fábrica, la mina o la tierra ajena, los reclame para estrujarlos como a todos los que fueron antes de ellos.

Pudridero para trabajadores desocupados En nuestra hermosa ciudad existen varios pudrideros para obreros desocupados. La prensa en su afán de honestidad los llama: “albergues”; pero en su intimidad sabe que realmente se trata de pudrideros: No tenemos que hacer censuras al gobierno. Al contrario; este ha hecho más de lo que suponíamos. En el régimen actual cada hombre debe bastarse a sí mismo y cuando no pueda hacerlo, debe morirse de hambre secretamente a fin de que la justicia no tenga pie para meterle un proceso por intento de suicidio. Cuando se conoce esta premisa nacional, uno no puede indignarse porque el gobierno no da a los desocupados hogares habitables. Sería una injusticia. Pero antes de que todo esto fuera posible existía algo. Los “productores” de salitre lo vendían a un precio acordado por intermedio de la casa Gibbs. A los agricultores extranjeros no les convino el precio y no compraron y los “productores” como habían celebrado contrato para vender a precio fijo dejaron de “producir”. Con esto se conquistaron el ocio 20 mil productores efectivos. Sin embargo tampoco se puede protestar porque otra premisa nacional establece la más amplia libertad de comercio...